La
ordinaria epopeya de días
repitiéndose
en la incauta
levedad
del silencio me conecta con el destello
de tu
sonrisa;
con
el diminuto espacio, casi imperceptible, de tu luz
reinando entre la violencia estúpida de las
cosas…
Estoy de rodillas
ante
la pureza de tu mirada santa;
atestiguando
la transfiguración a la que
te
redime el amor verdadero.
Explotan
en mi oído las palabras muertas
que
deambulan en el estruendo del apocalipsis
cotidiano,
mientras ando buscando la manera
de
fusionarme con la delgada línea de esos otros
mundos
paralelos en donde también te amo.
Las
finas estalactitas de la tierra clamando
dulzura
me apuñalan la planta de los pies,
entonces
levito a encontrarme con el reparo
de tu
piel que me espera.
Afuera,
ya retumba mi voz invisible
gritando
tú nombre,
redactando
la imagen profética de nosotros dos
encontrándonos
antes y después
en la
vorágine sin pausa del universo
que
no conoce del tiempo.
Fotografía: Jaroslaw Datta