"Mulier taceat in ecclesia"
(la mujer calle en la iglesia)
Los hombres quemaron a Juana.
A Juana la virgen, a Juana la doncella de Lorraine, a la
santa heroína, a Juana de arco…a la niña iluminada que quería cambiar la
historia, a la guerrera victoriosamente “hereje” que desafió a una Nación, a la
humilde virtuosa que habló con Dios, a la bruja que salvó a Francia, a Juana,
simplemente…
La maldita niña francesa olvidada entre los siglos XVI y
XVIII y estratégicamente celebrada en el siglo XIX, cuando el pueblo francés se
erigía como nación y encontraba en ella, en la épica y el heroísmo de su
historia, en lo fantástico de las voces divinas que la acechaban y la
impulsaban a liberar a su pueblo, un lugar propicio para crear una identidad
común; nació en un pueblecito de la región de Lorena, Domremý el 6 de enero de
1412. Faltaban aun más de veinte años para que terminara la larga y cruenta
guerra entre Inglaterra y Francia, cuando la piadosa campesina impulsada por
sus voces sagradas, guió a los ejércitos franceses hacia la victoria en
Orleans, promoviendo la coronación del Delfín, Carlos VII.
Un año más tarde era capturada en Compiegne por tropas del
duque de Borgoña y vendida a los ingleses. Nada hizo su rey por impedirlo.
Fue excomulgada, condenada por hereje y entregada por la
santa inquisición a la justicia secular que castigaba esos delitos con la
hoguera pública. La sentencia se cumplió un 30 de mayo en la plaza del mercado
de Rouen. Más de diez mil personas se agolparon para verla. Llegó vestida ya
sin sus famosos atuendos “masculinos” sino con los largos ropajes que reservaba
la inquisición a las brujas, con las manos atadas y un capirote en la cabeza
que decía: “Hereje, reincidente, renegada, idolatra”.
La multitud la vio rezar de rodillas, besar un crucifijo y
comulgar antes que su verdugo encendiera los troncos de la pira y su cuerpo se
ahogara entre las llamas.
Los hombres de Dios quemaron a Juana esperando hasta el
último momento que el diablo se presentara a salvarla de las flamas.
Los hombres mezquinos y su demagogia quemaron a Juana
suspirando aliviados cuando la amenaza de su existencia se volvió en cenizas.
La vestida de varón a cara descubierta, la vestal
empecinada, la segura, la altiva, la valerosa amazona virgen, la poseída por
una ley divina que no fue la de los hombres…vuelve, con su estandarte de
arcángel a cabalgar por los campos
fantasmas de guerras que claman justicia.
Vuelve para ser el grito espectral de esas mujeres que
ardieron en los fuegos del silencio, vuelve a reenvidar a la providencia y a
sus voces invisibles provenientes del cosmos; del centro mismo de la tierra que
siempre ha brillado en los corazones sin mal.
Vuelve con su ropa blanca y su rostro intacto en nombre de
miles de almas sin descanso a preguntar porque.
…Vuelve con su inmaculada mirada, inmortalizada por
Rossetti, a ser la eterna doncella arrastrada por la pasión de sus
ideales…arrastrada por el santo amor de su Dios.
Juana de Arco
Dante Gabriel Rossetti, 1882
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