Estabas
en lo cierto, Noa. La vida es el más sabio de todos los maestros.
Con
los años he logrado comprender, realmente comprender muchas de tus palabras.
Recuerdo cuando dijiste: “Un árbol de raíces sanas es una columna de luz que
brilla como un faro en la oscuridad del mundo”
Pero
como cuesta aceptar los errores…
El
perfume de mi casa natal me trasforma conforme pasan los minutos.
Súbitamente
he dejado de querer seguir perdida lamentando un destino que sólo yo diagrame a
puño y letra.
Hay demasiados”si
tan solo hubiera…” que me asolan en estas noches donde sigo sola, pero más
atenta a mí misma de lo que he estado en toda mi vida.
Estoy
sentada frente a un caballito de madera que talló mi padre…su presencia es tan
fuerte que se me abarrotan las lágrimas mojándome la cara y yo las dejo
purificarme desde adentro.
“Llora,
bellísima flor…todo lo que necesites llorar”
No encuentro
forma de justificar el destiempo…nada de lo que diga podrá exonerarme de llegar
un día después de su muerte, nada de lo que diga podrá evitar que me asole el
desconsuelo.
¿Qué
haré con mi alma, Noa?
Mi
alma que por estos días se sienta en la mesa con oscuros reclamos que dependen
de mi perdón.
Mi
alma que hoy sólo se conforta con el refugio de tu mirada.
Esa
mirada tuya en la cual viven todas las razones del universo…
“Eres
tú la que debe escribir el final de tu historia, Ariadna de mis mil amores”
Tu
voz es un bálsamo, corazón mío.
Ese
refugio en el cual voy a descansar cuando se haya terminado de diluir el
espacio, que como un cruel verdugo, reina entre vos y yo.
Fotografia: Dmitry Ageev
Cartas para Noa se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 3.0 Unported.
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