"Ariadna se buscó desde siempre
oscuros aliados -tal vez porque había sido engendrada una noche sabática de
algún año bisiesto-, seres que, como ella no pudieron subsistir en aquel orden
acerado, en aquel mundo aséptico y resplandeciente, seres que supieran
orientarla por lo mismo en su vuelo hacia las tierras de Nunca Jamás, para
encontrar allí una casita subterránea, un verdadero hogar para niños perdidos,
un refugio cálido y cerrado, donde no pudiera penetrar la luz excesiva del sol
ni las terribles miradas de los ojos azules. Y allí surgió, compañero de
juegos, nacido entre la terrible soledad de Ariadna, el Minotauro, y crecieron
los dos juntos en las profundidades húmedas, donde brotaban extrañas flores
carnívoras purpúreas, y había ciénagas insondables de arenas cálidas, había
reptiles de un verde hermosísimo, de cuerpos escamosos y colas interminables,
reptiles que no habían subido jamás a la superficie. Allí jugaron y se amaron
durante años Ariadna y el Minotauro..."
Hay
historias que llegan porque deben hacerlo. Es como si tuvieran una impronta
ancestral, una especie de mandato
intangible que debe obrar en nosotros de alguna manera.
Y
debería ser fácil hablar de esas historias que nos tocan profundamente. Debería
serlo pero no lo es.
Es como si en nuestro interior obrara una
suerte de “inocente egoísmo”; como si en el inconsciente algo nos impulsara a
conservar cada una de las vivencias, a dejarlas intactas; por miedo tal vez a
que una mínima gota del aire exterior pueda erosionar su belleza y ya no
sean esas mismas reinas blancas y puras que nos levitan en el alma
recordándonos de a ratos el gusto de esa satisfacción cuando fueron encontradas
y atesoradas.
El
mismo mar de todos los veranos de Esther Tusquets es una novela que se quedó
conmigo, muy adentro de mi corazón poeta.
Podría
empezar diciendo que fue publicada en 1978. Que está ambientada en Barcelona en los
años setenta, y trata de la breve
relación amorosa entre una profesora de literatura de la universidad y
su joven estudiante de Colombia, Clara. Que la protagonista y narradora es una
mujer de mediana edad perteneciente a la alta burguesía catalana, que está
casada con un director de cine y tiene una hija adulta, que cuando empieza la
narración, la protagonista ha buscado refugio en la vieja y desocupada casa
familiar, a raíz de que su marido la ha traicionado una vez más y que en su
estado de crisis, revalora su existencia y recuenta las historias de su vida,
primero a sí misma y luego a Clara. Qué está escrita en un estilo literario
complejo, con frecuentes referencias intertextuales tanto a la mitología griega
como a clásicos literarios y cuentos infantiles. Que se escribió durante los
años de la transición española, cuando el país dio el paso a la democracia tras
la muerte de Franco en 1975. Que el régimen franquista y la Iglesia Católica
habían impuesto una moral estricta según la cual la sexualidad sólo estaba
permitida en el seno del matrimonio y con una finalidad reproductiva y que,
desafiando los resabios del sistema represor, Esther Tusquets eligió escribir su primera novela sobre un tema que había sido tabú en la sociedad y casi
invisible en la literatura española: el deseo sexual entre dos mujeres.
En la historia de amor de veintitantos días con
Clara, Esther Tusquets, plantea, recurriendo a un discurso rico y eficaz,
valores humanos y por ello universales.
Plantea igualmente la lucha entre
sueño y realidad, entre dolor y gozo, a la vez que se hilvana un examen sobre
la situación de la mujer en la sociedad
y sobre su búsqueda de independencia y libertad. Pero no es un documento
histórico ni una biografía, se trata simplemente del retrato de una vida. Una
novela de mujeres en la que los hombres son eslabones secundarios de la trama.
Un relato de tristeza infantil, una historia pequeña y discreta.
La cicerone de la obra es una mujer que fue una niña mal aceptada por su madre. Una hija que no colmó
las expectativas de una madre altiva y egocéntrica, una madre que buscaba una
copia de sí misma.
Casada con un hombre al que nunca quiso. Casada
por dejarse llevar mansamente donde los demás querían que fuera después de
haber perdido la ilusión. Una mujer poseída por un marido infiel que no
comprende que no hay falta que hacerse perdonar porque no hay sentimientos
hacia lo que él es y hacia lo que él representa. Una
mujer que habita un mundo de ensueño.Una mujer
que se siente huérfana de madre, huérfana de hija y bastarda del amor.
Una
fémina solitaria que busca salir de la tierra de nadie en la que ha sido
encarcelada.
Una
dama que encuentra tiempo y soledad para rearmarse tras un nuevo naufragio en
su vida, que vuelve a encender las
llamas de las velas blancas, que vive en la soledad máxima sin más compañía
que sus fantasmas y sus ensoñaciones. Una lesbiana obligada a vivir una farsa.
Forzada a representar los papeles que le asignan los demás. Nadie le pregunta,
a nadie puede confiárselo. Todos la vigilan, nadie la consuela ni intenta
comprenderla. Una mujer melancólica, herida, curada y herida aún más
profundamente.
Encarcelada en una torre de marfil sin puerta, que no tiene
más salida que aquella que está más allá de los resguardos de su balcón. Una
Rapunzel que no lanzará su rubia trenza después de oír la llamada de un
príncipe.
Un ser
humano que se siente vacío, más vacío de lo que nunca nadie podría imaginar.
Una
flor marchita antes de tiempo que busca
una primavera que le devuelva el color. Una planta dada por muerta que brota con más energía que nunca y que se lanza
a una carrera por alcanzar el sol.
El mismo mar de todos los veranos es una historia de espectadores que desean ser protagonistas pero no tienen valor o les falta el empuje para saltar a las tablas e interpretar el papel que han memorizado años atrás. Su columna vertebral es una actriz de la vida diaria que siempre abandona el monólogo en el mismo punto y no es capaz de continuar aun a pesar de desear acabar de una vez por todas esas líneas que se le atragantan.Una acróbata sin fuerzas para saltar el abismo de la ilusión que busca desesperadamente un empujón para atreverse a cruzar el puente de cuerda que va rompiéndose, a cada paso, y se convierte en un camino de ida sin retorno posible.
El mismo mar de todos los veranos es una historia de espectadores que desean ser protagonistas pero no tienen valor o les falta el empuje para saltar a las tablas e interpretar el papel que han memorizado años atrás. Su columna vertebral es una actriz de la vida diaria que siempre abandona el monólogo en el mismo punto y no es capaz de continuar aun a pesar de desear acabar de una vez por todas esas líneas que se le atragantan.Una acróbata sin fuerzas para saltar el abismo de la ilusión que busca desesperadamente un empujón para atreverse a cruzar el puente de cuerda que va rompiéndose, a cada paso, y se convierte en un camino de ida sin retorno posible.
Una
Ariadna abandonada en Naxos por un Teseo egoísta que mató al Minotauro para
después dejarla a merced de Dionisios.
Un
personaje luminoso embarrado en el charco de la mediocridad.
Una
niña adulta que se siente Alicia en el país de las maravillas y que por fin
encuentra a su hada tropical para seguirla hacia el reino de Nunca Jamás: una
princesa “azteca” -algo desgarbada- que será vigía de esa princesa que nunca fue suficientemente princesa.
Una
chiquilla eterna que sobrevive a la crueldad de los demás y se enamora de esa
Wendy que ha logrado por fin coserle su sombra a los zapatos.
Hay
historias que llegan porque deben hacerlo. Es como si tuvieran una impronta
ancestral, una especie de mandato
intangible que debe obrar en nosotros de alguna manera.
El otro gran protagonista
es ese mar de todos los veranos. Un mar blanco, mar de la imaginación,
mar verde, mar de felicidad. El mar azul, el mar de la angustia. El mar picado,
el mar del cielo. El mar ocre, el mar de hojas caducas. El mar rojo, el mar del remordimiento. El mar gris, el mar de
los desconocidos. El mar púrpura, el mar de las oportunidades despreciadas. El
mar naranja...siempre el mismo mar.
Mágicas
historias sin tiempo y sin exclusivos destinatarios que logran despabilarnos el alma
y conectarnos con el motor interno de nuestra aura; y nos transforman, nos
muestran que el amor es la sanación, el “reiki” que desciende desde el centro
del cosmos para liberarnos de la pesada carga de la melancolía.
Hay historias con vida propia que viajan hasta nosotros sorteando distancias, edades, tiempos…es como si hubieran estado palpitando en silencio desde antes, a la
espera del momento oportuno, para irrumpir sin aviso en nuestras vidas a encendernos de nuevo.
Fotografía: Jaroslaw Datta
Lamentablemente no hay en la red una versión en PDF de esta maravillosa novela pero les dejo un link en donde conseguirla. http://www.amazon.es/mismo-todos-veranos-Biblioteca-Escritoras/dp/8470397680
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