Se desdibuja el ocaso
en el vientre de la noche
y me sorprende una vez más
calcando tu sonrisa en las huellas del olvido.
Que pesada es la quietud 
entre los velos del silencio…
Súbitamente me abandona
el cadalso de tu muerte repentina,
entonces me transformo en un
lienzo transparente
para que me atraviesan los destellos
de esa luz tuya
que aún no apago del todo.
Cuanto misterio hay entre 
los recovecos de tu ausencia…
Las líneas del viento que nacen 
en el ventanal de mi refugio
se contornean caprichosas 
con las vestiduras de mi 
santo vacío, y en un segundo a contratiempo,
el universo explota para a mí
el antídoto a la vuelta de tus roces
sobre la palma de mi mano desnuda.
Te quiero reinando sobre
las ruinas que diste a luz
al desvanecerte en los laberintos del camino
escribo,
y en un vestigio irreverente
de triunfo que me despabila,
dejo que pasen de largo los embrujos
de tu mirada sobre la memoria
de mi piel
ahora y antes…
Fotografía: Taras Kuscynskyj

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