“La Tierra va a colisionar contra otro planeta diez veces
más grande, llamado Melancholia”.
¿Cómo se enfrenta el fin del mundo? ¿Cómo se asume la
pérdida, la transformación del todo, el devenir, la desazón del ser?
La heroína desahuciada espera a su amante recostada
exquisitamente desnuda frene a la tristeza profunda que inevitablemente
terminará con la vida en la tierra.
El final es un ángel brillante y azul…su nombre es
Melancholia.
El magistral director danés Lars Von Trier soñó su apocalipsis y ningún otro dantesco final llevado al cine fue y será tan
arrebatadoramente bello como ese momento inolvidable cuando Melancholia devora
a la tierra. Ninguna otra escena tendrá el poder de trasmitir en contados
segundos tanta calma, tanta sublime pureza…
Y aunque resulta prácticamente imposible no sucumbir ante la
inquietante sentencia a la cual Von Trier nos introduce desde el principio; no
cabra ninguna posibilidad que, después de los 8 minutos de Warner sonando con
Tristan e Isolda en una suerte de preludio, antesala de un finale anunciado, en
donde una hermosa joven vestida de novia flota sobre el agua, entre flores,
hacia la nada, emulando a una escalofriante Ofelia; se acaba el oxigeno y las
aves caen, dejan vacío el cielo, mientras la misma joven novia nos contempla
con algo parecido a la compasión y una madre corre a cámara lenta, con su pequeño hijo en
brazos, en un intento visceral de escapar de lo inevitable y un hermoso
purasangre se desploma, lentamente, como
un juguete abandonado…alcancemos la certeza que indistintamente de lo que venga
después, ya ha valido la pena.
Se descorre el telón; el primer capítulo despunta en un acto
del más brillante surrealismo: una limusina no puede acceder a través de una
curva para llevar a Justine y a Michael a la celebración de su boda. Del otro
lado, en un castillo idílico, su hermana Claire y su esposo John han organizado
y costeado la fiesta.
A pesar de las dos
horas de retraso todo parece vibrar en armonía. La novia es hermosa, jovial,
exitosa; el novio se muestra profundamente enamorado y los invitados gozan de
una elegante y abundante gala…sin embargo, a lo largo de la noche, lentamente
comienzan a caer las sombras- espejos de la intricada naturaleza humana-
hipocresías encubiertas, rencores solapados, falsas amistades como ponzoña, el
vacío, la intrascendencia y los estados de ánimo; hilos conductores hacia el verdadero
apocalipsis.
La novia fracasará en su peripatético esfuerzo por ajustarse
a los cánones de la supuesta felicidad,
la boda será un fracaso y a pesar de los esfuerzos de Claire y John, Justine no podrá evitar volver a los
brazos de la tristeza, de la negra pesadumbre…
En el segundo capítulo girando alrededor de Claire; la
hermana práctica y sensata de vida próspera y ordenada, el planeta diez veces
más grande que la tierra, escondido detrás del sol, emprenderá su danza fatal.
Asistimos entonces a la gradual aceptación. Frente a la
realidad sin escapatoria, Claire, a diferencia de Justine, quien se va tornando
cada vez más escéptica e inmutable, desespera y
John, quien al comienzo transmite tranquilidad sujeto a sus
conocimientos sobre astronomía, se suicida en un acto de la más indigna cobardía.
De allí en más todo parece un sueño. Una exquisita tragedia
griega del más fino talante -No habrá presidentes americanos piloteando aviones
supersónicos, ni explosiones estrambóticas, ni consortes invencibles; simplemente sucederá el más excelso de los
finales; la destrucción total al ritmo de un verso exquisito; profundo,
aniquilante, maravillosamente aterrador.
“ La tierra es el mal” sentencia Justine refugiada en el
embrujo de su príncipe colosal que ha venido a arrebatarla de la desdicha de
vivir, y será tan extraordinariamente
mágico el momento en el cual la ninfa incurable se entrega en extasiada calma a
los brazos de la destrucción, que ese segundo, ese mínimo instante de su
nirvana-producto de la aceptación ante la inevitabilidad de los eventos- se
volverá un estallido, un estupor, un arrebatamiento que indefectiblemente se
quedará instalado en nuestro pecho… como si un malón de cien miel valquirias
cayeran sobre nosotros a recitarnos que seremos profanados por la majestuosidad
del apocalíptico astro y que sin poder evitarlo, el universo entero caerá
rendido ante nuestra mirada atónita, ante
la metáfora de Von Trier y su heroína melancólica…
¿Cómo se enfrenta el fin del mundo? ¿Cómo se asume la
pérdida, la transformación del todo, el devenir, la desazón del ser, la
devastadora tristeza que tantas veces produce la vida y su incauto devenir?
Tal vez simplemente dejándose arrebatar el alma por la
exultante belleza del impacto…
"Melancholia" de Lars Von Trier, película completa: http://www.youtube.com/watch?v=Kk5ldrRIDes
Fotografía de Karol Bak
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