domingo, 14 de julio de 2013

Cartas para Noa ( 9 )



El poderoso sol de mediodía irrumpe por la ventana entreabierta. Olvidé cerrarla otra vez la noche anterior-el intenso calor que reina en la habitación se asemeja a un vaho, espeso como una niebla-
Intento desperezarme a duras penas.
Unas diez llamadas perdidas de Florencia en mi celular me advierten que estuve más profundamente dormida de lo que creía.
Con los ojos aún pesados, como si sostuvieran inmensas bolsas de arena, llego hasta el tocador. El agua helada me estremece no bien hace contacto con mi piel encendida Me contemplo unos segundos en el espejo. Soy un desastre de pies a cabeza. Primero escupo una carcajada que retumba por toda la casa. Después me callo de repente y quiero llorar. Recuerdo los reproches de Florencia y aprieto los labios. Estoy cansada de escapar- pienso, mientras cepillo mis dientes y trato de acomodar la maraña de pelos enredados.
Abro un cajón y ubico una bata de mamá. Aún tiene su aroma. El inconfundible dulzor de la lavanda.
El timbre suena de repente varias veces. Me tomo la cabeza y me aprieto el entrecejo. Necesito una aspirina- digo en voz alta mientras bajo las escaleras con precaución. Estoy algo mareada. ¿Cuántas copas de vino tome?- me reprocho severa.
El timbre vuelve a sonar, esta vez con más ímpetu. Me asomo por la mirilla. Es Florencia.
Del otro lado de la puerta la escucho pedirme que le abra. Me dice, con su voz ronca, que sabe perfectamente que estoy ahí. Dudo unos segundos, finalmente hago girar la llave, casi con pereza.
Me mira en silencio durante algunos segundos sin moverse del umbral y después arremete decidida cerrando la puerta a sus espaldas.
Sin decirle una palabra camino hasta el living comedor. Frente al hogar dos botellas vacías de vino, como flamantes cadáveres disecados, me acusan sin que pueda emitir una sola vocal en mi defensa.
—Si viniste a ahogarte en un río de humo y alcohol hasta matarte me gustaría que me pusieras al tanto, para saber qué hacer cuando te encuentre tirada en algún rincón de la casa…
La miro y sonrío de costado. Con el paso de los años Flor no ha perdido su habilidad para la cruda franqueza.
—Solo bebí un poco de más…. —Le respondo, sabiendo que no va a conformarse con la respuesta.
— ¿Un poco de más?
Aprieto los párpados con fuerza. Lo que menos quiero hacer es escuchar sus sentencias de hermana mayor y se lo hago saber con un gesto despectivo.
—Creí que ya no venias a esta casa —la interrumpo, con ironía.
—Así es, hace mucho que no vengo, lo hice porque no atendías el teléfono…me preocupé, hace desde las 10 de la mañana que intento comunicarme, ahora entiendo porque no atendiste.
—Lamento haberte preocupado…es toda una novedad. Cuando termines con tus reproches santurrones me avisas, necesito cambiarme y tomar un café.
Nos quedamos paradas frente a frente durante algunos segundos.
Aunque estoy con la cabeza abombada puedo darme cuenta que mi pedantería está siendo totalmente innecesaria.
—Seguís siendo la misma altanera, soberbia, egoísta y chiquilina de siempre—me dice y gira sobre sus talones con dirección a la puerta.
—Discúlpame por favor—Respondo, mientras me aviento en un sillón—estoy esforzándome por serlo adelante tuyo…
Se detiene.
—No hace falta.
— ¿No?
—No Sofía. Estoy cansada de no poder sentarme con vos, como dos mujeres adultas a sostener una conversación.  Ya no somos dos nenas. Estoy harta que estemos siempre a la defensiva. Creo que ya pasó demasiado tiempo.
—Te recuerdo que fuiste vos la que no me recibió con mucho entusiasmo.
— ¿¡Y qué pretendías que hiciera!? Hace casi 4 años que no sabemos nada de vos. No devolviste ni una llamada, ni un email…nada, simplemente dejaste que te tragara la tierra. ¡Ni siquiera quisiste hablar con Marcelo! Y así sin más, de repente, salís de tu palacio y te presentas  sin tener la delicadeza de explicar algo…
— ¿Tanto les sorprendió mi actitud? ¿Acaso esperaban que reaccionara de otra manera?
La contemplo unos minutos. No hace falta que conteste, en su rostro se trasluce la respuesta.
—Claro que no—agrego—fue demasiado…pero no pude hacer otra cosa.
 Al escucharme, me invade un silencio desolador que termina en unas cuantas lágrimas traicioneras que no intento ahogar.
Florencia me toma de la mano. Somos dos desconocidas pero la sangre nos impulsa; a ella a intentar consolarme, a mí a dejarme consolar.
—Dejáme ayudarte Sofi. Sos mi hermana. Quiero…necesito acercarme a vos.
—Voy a estar bien—le digo, mientras me incorporo algo avergonzada—Pronto voy a estar bien. Gracias por preocuparte y perdón por  lo que dije, estoy algo aturdida. Yo también necesito lo mismo. Creeme. Dejemos que fluya. ¿Te parece?
Suspira profundamente y acomoda mi pelo.
—Dejemos que fluya—Afirma, en medio de una tímida sonrisa—Además de venir a verificar si vivías—agrega—vine a decirte que Marcelo llega ésta tarde. Me preguntó si ya estabas en Argentina y tomó un vuelo directo. Quiere verte.
Otra vez me asalta el llanto. Extraño a Marcelo con todo mi corazón.
— ¿Cenamos esta noche? ¿En mi casa?
Asiento con el rostro.
—Bien. Ahora me voy. Los mellizos salen de la colonia de vacaciones. ¿A las ocho?
— A las ocho.
La veo marcharse por la ventana. Es cierto. Yo dejé que la tierra me tragara. Y lo hizo, literalmente.
La tasa de café humea sobre la mesa.
Mientras me embrujan las formas sin forma del vapor, vuelvo a sentir  su mirada llevándose los escombros de la tormenta y se me desboca el alma.
En dos segundos mi corazón se embriaga con la certeza que su “no estar” es como hundirse en la inmensidad de un mar demasiado profundo.
Aprieto los párpados. Hace mucho tiempo que negocie conmigo misma para no perderme en semejante laberinto.
—Dios…hoy no puedo con esto de extrañarte.
Mi voz se queda retumbando en el aire que me rodea y me transporta en el tiempo.
— ¿Cuáles son las novedades doctor?
—Paciente con dolor punzante en el pecho. Sospecha de infarto.
— ¿Usted es familiar?
—No. solo caminaba por la calle cuando note que se agarraba el pecho.
Sujeto mi estetoscopio con fuerza y lo acerco al pecho del hombre que con sus ojos desorbitados, no desvía ni un segundo su mirada de mí.
Mi pupila conecta unos segundos con la de ese extraño.
La abertura de su iris está dilatada y febril. Su corazón se estrella desbocado y retumba en mis tímpanos.
Resiste...-pienso y aprieto suavemente su mano tensa-
Tan solo una milésima de segundo lo separa de la muerte pues su corazón está a punto de colapsar sobre la camilla desprolija y aunque estoy más que entrenada en urgencias de este tipo, todavía sigo cayendo de rodillas frente a la vulnerabilidad de la existencia, tan frágil como una flor en medio del desierto.
Con tres movimientos rápidos despliego el procedimiento de rutina, mientras el cardiólogo ya está  midiendo los datos para determinar la gravedad del asunto.
—Todo va a estar bien—le digo, concentrada en sus facciones después de recibir las mediciones del electrocardiograma—necesitamos realizarle un catéter de inmediato. Vamos a derivarlo a cardiología y nos pondremos en contacto con su familia.
Con agilidad, preparamos al hombre para su traslado.
Giro sobre mis talones. Una  voz me detiene.
—Doctora... ¿Se pondrá bien?
Me siento casi sin palabras frente a esa figura que irradia una luz que desconocía.
—Claro que sí―respondo, por fin―nos ocuparemos de él. No se preocupe. Gracias por traerlo—agrego―si se hubiera demorado...su cuadro se hubiera complicado más.
— ¿Puedo venir a ver cómo sigue? Me gustaría saber que está bien antes de irme.
Parpadeo varias veces y se me hincha el pecho. Con el tiempo he aprendido a valorar esos gestos como si fueran gemas sagradas.
—Generalmente el hospital permite solo la entrada a familiares…pero...
-Me detengo. Muy adentro de mí ser intuyo que estoy a punto de abrir una puerta que no podré cerrar nunca más- Puede buscarme. Le informaré cómo evoluciona. Soy la Doctora Anderson, Sofía Anderson.
—Gracias Doctora. Lo haré. Yo soy Noa. Noa Green.

El castillo de Coral Gables emerge solitario ante las luces de mi auto.
Parece una torre vacía y yo la Rapunzel que sola regresa al eco de sus amplias y calladas habitaciones.
Pronto vendrá la tarde y con ella la melancolía de algunos “replanteos” que impiadosos me asaltan desde hace unos meses.
Llego hasta el Living Comedor, un gran ramo de rosas blancas reina sobre la mesa junto a una nota que dice: “no creas que lo olvidé”
Con la yema de mis dedos recorro la suavidad de esos pétalos níveos.
—Por dios Nick…que fue lo que nos paso…
 Acomodo las flores en un jarrón y lo deposito sobre la elegancia de una pequeña mesa del descanso.
Destapo una botella de champagne y me siento junto a la piscina.
―Amar es una jodida trampa del destino—digo mientras sorbo mi copa―Happy aniversary princess—agrego con ironía y me rió ante la ocurrencia.
Mientras el firmamento va transmutando ante mis ojos escucho por primera vez la belleza de tu voz llamándome por mi nombre…

 Fotografía: Dmitry Ageev




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