Alejandra fue solo un nombre.
El horror de habitarse, de ser su huésped, su pasajera, su
lugar de exilio le costó la vida.
El crimen fue perpetrado contra esa de la superficie, con la supliciada; con la que sueña sueños de
náufrago y anhela expectante las arenas de la orilla, contra la que
indefectiblemente sabe que tarde o temprano debe entregar su carne y rasgar las vestiduras para darle paso a la
otra Alejandra, a la que está debajo de ella.
¿Cuál de las dos condesas habrá sido la verdadera Alejandra?
Me pregunto, mientras me detengo a pensar en la dimensión y en la disociación de
existir bajo la esencia de nuestros nombres.
¿La condesa húngara
de los pisos superiores del castillo; esposa, madre, refinada aristócrata que
ostenta un nombre como si fuera un poderoso talismán?
¿O la condesa sangrienta de la fría habitación, la de las
jaulas con cuchillas, la de las vírgenes de hierro, la de los dientes filosos
que rasgan la piel, la que lleva un nombre de lobos…de lobos con hambre?
¿Qué bestia caída de pasmo
se arrastra por mi sangre
y quiere salvarse?
He aquí lo difícil:
caminar por las calles
y señalar el cielo o la tierra.
…Escribió alguna de las dos Alejandra por aquellos días.
La fuerza de un nombre
El nombre Báthory -en cuya fuerza Erzébeth creía como en la
de un extraordinario talismán- fue ilustre desde los comienzos de Hungría. No
es casual que el escudo familiar ostentara los dientes del lobo, pues los
Báthory eran crueles, temerarios y lujuriosos. Los numerosos casamientos entre
parientes cercanos colaboraron, tal vez, en la aparición de enfermedades e
inclinaciones hereditarias: epilepsia, gota, lujuria. Es probable que Erzébeth
fuera epiléptica ya que le sobrevenían crisis de posesión tan imprevistas como
sus terribles dolores de ojos y sus jaquecas (que conjuraba posándose una
paloma herida pero viva sobre la frente).
Los parientes de la condesa no desmerecían la fama de su
linaje. Su tío Istvan, por ejemplo, estaba tan loco que confundía el verano con
el invierno, haciéndose arrastrar en trineo por las ardientes arenas que para
él eran caminos nevados; o su primo Gábor, cuya pasión incestuosa fue
correspondida por su hermana. Pero la más simpática era la célebre tía Klara.
Tuvo cuatro maridos (los dos primeros fueron asesinados por ella) y murió de su
propia muerte folletinesca: un bajá la capturó en compañía de su amante de
turno: el infortunado fue luego asado en una parrilla. En cuanto a ella, fue
violada -si se puede emplear este verbo a su respecto- por toda la guarnición
turca. Pero no murió por ello, al contrario, sino porque sus secuestradores
-tal vez exhaustos de violarla- la apuñalaron. Solía recoger a sus amantes por
los caminos de Hungría y no le disgustaba arrojarse sobre algún lecho en donde,
precisamente, acababa de derribar a una de sus doncellas.
Cuando la condesa llegó a la cuarentena, los Báthory se
habían ido apagando y consumiendo por obra de la locura y de las numerosas
muertes sucesivas. Se volvieron casi sensatos, perdiendo por ello el interés
que suscitaban en Erzébeth. Cabe advertir que, al volverse la suerte contra
ella, los Báthory, si bien no la ayudaron, tampoco le reprocharon nada.
Ilustracion: Santiago Caruso
Interesante entrada. Actualmente estoy leyendo El Umbral del Bosque de Patricio Sturlese, una novela en la que un capitán de barco es contactado por los Báthory para encomendarle una misión. Muy bueno el libro.
ResponderEliminarSaludos!
Alejandra Pizarnik y ésta obra en particular con el plus de estar ilustrada por Santiago Caruso, un maravilloso artista que supo captar con sus trazos la belleza poética de Alejandra, es a mi parecer imperdible. No conocía el libro que mencionas pero me parece que debe ser muy interesante asi que me pongo en campaña de conseguirlo. Gracias por tu aporte. Saludos para a vos también y que tengas un bello Jueves de Arbil
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