Sin lugar a dudas, escribir es un viaje astral.
Es algo así como vivir disociado sin estarlo del todo. Como
haber nacido con esa “agalla” de ir y venir a través de puentes transparentes que conectan otras
dimensiones.
Es haber venido
sabiendo algo.
Yo siempre quise escribir como Alejandra Pizarnik. No creo haberlo
logrado y no creo que nunca llegue a hacerlo. Sin embargo le dediqué y le
dedico líneas enteras emulándola mientras voy
encontrándome.
La condesa Barthory fue un personaje terrible que provocó en
mí, allá lejos, unas primeras sensaciones contradictorias que no puedo olvidar
y que me llevó hasta la admirable nausea.
Alejandra fue la que me elevó hasta esa
saturación de mis sentidos con su condesa sangrienta. Con esa fascinación
plasmada por lo oscuro, por lo anegado, convirtiéndolo con cada palabra de su prosa en una obra que no se puede dejar de leer si
lo que se pretende es acercarse a la
literatura pizarniana.
Eso sí, el lector debe saber que
resulta imprescindible contar con su fantasma, con su ayuda sobrenatural, con esa
presencia etérea ajena a ella, afín a ella que la acompañó siempre, de otra
manera se vuelve prácticamente injustificable, en todos los aspectos, intentar
decodificar a su dama roja de sangre…
La virgen de hierro
Había en Nuremberg un famoso
autómata llamado "la Virgen de hierro". La condesa Báthory adquirió
una replica para la sala de torturas de su castillo de Csejthe. Esta dama
metálica era del tamaño y del color de la criatura humana. Desnuda, maquillada,
enjoyada, con rubios cabellos que llegaban al suelo, un mecanismo permitía que
sus labios se abrieran en una sonrisa, que los ojos se movieran.
La condesa, sentada en su trono,
contempla.
para que la "Virgen" entre
en acción es preciso tocar algunas piedras preciosas de su collar. Responde
inmediatamente con horribles sonidos mecánicos y muy lentamente alza los
blancos brazos para que se cierren en un perfecto abrazo sobre lo que está
cerca de ella -en este caso una muchacha-. La autómata la abraza y ya nadie
podrá desanudar le cuerpo vivo del cuerpo de hierro, ambos iguales en belleza.
De pronto, los senos maquillados de la dama de hierro se abren y aparecen cinco
puñales que atraviesan a su viviente compañera de largos cabellos sueltos como
los suyos.
Ya consumado el sacrificio, se toca
otra piedra del collar: los brazos caen, la sonrisa se cierra así como los
ojos, y la asesina vuelve a ser la "Virgen" inmóvil en su féretro.
Ilustracion: Santiago Caruso
Ilustracion: Santiago Caruso
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