Alejandra me mostró los caminos de
mi muerte y de mi resurrección.
Me contó
que saberse ángel no era tan sólo un recuerdo.
Me dijo que era posible exorcizarse
y purificar el alma con una lapicera y un papel en blanco.
Su fantasma me
acompañó mientras yo desencriptaba mi soledad de adentro.
Mis heridas
ancestrales.
Mis a angustias impensadas.
Su sombra estuvo ahí , mientras su ser
se henchía de barcos blancos y yo me tomaba la salvia del cuerpo del poema.
Después ella siguió su rumbo; su última inocencia, que fue existir,
la nació vieja siendo niña, con una lúgubre manera de vivir, con una recóndita
humorada de vivir…que te arrastró Alejandra, vos lo sabías.
Yo , ahora que mi jaula se ha vuelto pájaro…. tengo que encontrar
ese barco que salga de mí…. llevándome…porque ya comprendo la verdad, estalla en
mis deseos y en mis desdichas, en mis desequilibrios, en mis delirios; ya
comprendo la verdad, ahora a buscar la vida.
La última inocencia
Partir
en cuerpo y alma
partir.
Partir
deshacerse de las miradas
piedras opresoras
que duermen en la garganta.
He de partir
no más inercia bajo el sol
no más sangre anonadada
no más formar fila para morir.
He de partir
Pero arremete, ¡viajera!
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