Alejandra Pizarnik fue una de las escritoras más enigmáticas y poderosas de la Literatura Argentina.
Su obra no se compara con nada que desde ese momento se haya escrito.
Alejandra
se quedó grabada en mi memoria, en mi piel y en mi tinta.
Supe quién era ella después, cuando
llevada por el arrebato de nuestro encuentro, yo naciendo, ella perdurando, pude
tener en mis manos un pequeño tomo de bolsillo en dónde había una bibliografía
resumida; el enamoramiento fue mutuo e
inmediato y conviví extasiada con la
tersa levedad de su fantasma todo el tiempo que su poesía estuvo
transformándome en mí.
Esta semana mi corazón quiere conmemorarla...
Exilio
Esta manía de saberme ángel,
sin edad,
sin muerte en qué vivirme,
sin piedad por mi nombre
ni por mis huesos que lloran vagando.
¿Y quién no tiene un amor?
¿Y quién no goza entre amapolas?
¿Y quién no posee un fuego, una muerte,
un miedo, algo horrible,
aunque fuere con plumas,
aunque fuere con sonrisas?
Siniestro delirio amar a una sombra.
La sombra no muere.
Y mi amor
sólo abraza a lo que fluye
como lava del infierno:
una logia callada,
fantasmas en dulce erección,
sacerdotes de espuma,
y sobre todo ángeles,
ángeles bellos como cuchillos
que se elevan en la noche
y devastan la esperanza.
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