Para todo aquel que haya tenido el placer de leer la
obra de Charlotte Brontë sabe, sin lugar a dudas, que Jane Eyre es uno de esos
personajes revestidos de tanta magistral belleza que es imposible no elevarla
en el firmamento de los grandes personajes femeninos de la Literatura.
No se trata de una historia sin más, ni narra las
diferencias de clases del siglo XIX sin más, ni cuenta la historia de una
desgraciada huérfana sin más, ni es una historia de amor sin más. En este caso,
la suma de todos los elementos, compone algo completamente nuevo y distinto.
Jane Eyre fue escrita por Charlotte Brontë y publicada
en 1847. Se tituló en principio Jane Eyre: una autobiografía y se publicó bajo
el seudónimo de Currer Bell.
Tuvo un éxito inmediato, tanto para los lectores
como para la crítica.
La historia es narrada por Jane, quien a los 10 años
de edad es custodiada por su tía política, la señora Reed. El señor Reed,
hermano de la madre de Jane, la tomó a su cargo cuando quedó huérfana, pero
muriendo él mismo poco después, y a pesar de haber hecho prometer a su esposa
que la criaría como a uno de sus propios hijos, Jane solo conoce humillaciones
y maltratos por parte de todos en la suntuosa mansión, Gateshead Hall.
Cuando Jane empieza a cuestionar la injusticia con
que se le trata y a rebelarse contra ella, es enviada a una escuela para niñas,
Lowood.
Lowood es una institución financiada en parte por
donaciones para educar huérfanas.
El afán del
señor Brocklehurst, el tesorero, de convertir a las niñas en mujeres
«resistentes, pacientes y abnegadas», justifica para él el hambre y el frío que
sufren en el lugar. Sin embargo, la superintendente de la institución, la
señorita Temple, es una joven inteligente y amable, quien aprecia a Jane. Ésta
pronto hace amistades, como Helen Burns, una niña que pronto fallece de
pulmonía, pero le deja una huella imborrable de estoicismo.
Cuando una
epidemia de tifoidea arrasa con las alumnas, se introducen mejoras a la calidad
de vida del lugar, en el que Jane llega a pasar 8 años, seis como estudiante y
dos como maestra.
Al casarse la señorita Temple, a quien Jane se había
acostumbrado a ver como una madre, institutriz y compañera, Jane siente que nada
más la une a Lowood, así que publica en el periódico un anuncio de sus
servicios como institutriz privada. Su propuesta es aceptada por la señora
Fairfax de Thornfield Hall, quien le ofrece el doble del salario que Jane
recibía en Lowood.
La señora Fairfax, ama de llaves de Thornfield, le
da una cálida bienvenida, y le explica la situación a grandes rasgos: ella está
ahí para ser la institutriz de Adèle Varens, niña de unos 8 años.
Allí, conocerá al Señor Rochester, padre de Adèle,
un hombre extraño, de humor cambiante y misterioso pero del que se enamorará
perdidamente. Sin embargo, un secreto escondido en una de las habitaciones relacionado
con el pasado del señor Rochester pondrá en peligro su relación.
El uso de la primera persona durante toda la obra
trasmite sinceridad y veracidad y entonces resulta imposible no identificarse
con ésta Institutriz de Thornfield Hall que vivirá junto al Señor Rochester, uno de los romances más famosos de todos los
tiempos.
Jane es una mujer de un temperamento muy particular.
De las tantas cosas que han de distinguirla de sus coetáneas de la época, me
cautiva de sobre manera como no teme expresar sus defectos y exponerlos,
incluso a nosotros, sus lectores, sabiendo que forman parte de ella como sus
virtudes.
Y es eso precisamente lo que la convierte en un
bello personaje digno de atesorar.
Las adversidades por las que irá pasando no harán
más que confirmar su firme humildad y su claro conocimiento sobre el lugar que
ocupa en el mundo.
Lo excepcional es que ese conocimiento, que en otro
tipo de obras supone un conformismo y un estatismo, en Jane resulta la excusa
perfecta para llamar a una rebeldía contra múltiples facetas de la sociedad en
la que vive.
Y es que ella
sabe perfectamente el lugar que ha de ocupar en el mundo, más allá de cualquier
categorización, primero ha de hacerlo como ser humano.
Podría citar miles de frases de la novela de
Charlotte Brontë, sin embargo, hay una declaración de Jane que todavía hasta
hoy al releerla me provoca un torbellino de profundas sensaciones y creo, la
definen, en la totalidad de su esencia- si alguna duda le quedó al lector ante la
transparencia que manifiesta desde el
principio de la obra-
Refiriéndose al Señor Rochester: «– ¡Le digo que
debo marcharme! –Repliqué con cierto apasionamiento–. ¿Acaso cree que puedo
quedarme y no ser nada para usted? ¿Es que cree que soy una autómata? ¿Una
máquina sin sentimientos? (…) ¿Acaso piensa que, porque sea pobre, pequeña y
vulgar, no tengo alma ni corazón? ¡Usted está equivocado! ¡Tengo tanta alma
como pueda tenerla usted, y un corazón igual de grande! Y si Dios me hubiera
otorgado algo de belleza y muchos bienes de fortuna, le costaría tanto trabajo
dejarme como a mí me cuesta dejarle a usted. No le estoy hablando ahora por
medio de los convencionalismos, las costumbres sociales o siquiera la carne
mortal; es mi espíritu el que se dirige a su espíritu; exactamente lo mismo que
si habiendo pasado por la tumba nos encontráramos a los pies de Dios como dos
iguales, ¡pues eso es lo que somos!»
…Como no caer rendido ante la bellísima Señorita
Eyre
Jane es una mujer que no se traiciona a sí misma.
Una mujer con elevados principios que no teme, ante nada ni ante nadie,
mostrarse como es. Es una mujer ávida y cautivadora que veremos desarrollar a
lo largo de toda su historia una fuerza y una voluntad para vencer los
obstáculos de su vida que nos resultará admirable.
No se trata de una historia romántica más, con un
final previsible. Sus personajes son tan profundos, que lejos de quedarse
estancados en el tema netamente amoroso logran desarrollar en la historia un
fuerte componente de intriga y suspenso que los convierte a cada uno de ellos
en móviles que han de llevarnos a navegar por una travesía sencillamente
fascinante.
Tal es la
pieza de arte que dio a luz esta brillante mujer inglesa llamada Charlotte Brontë.
Nuestra heroína victoriana, que representa a la
mujer segura de sí misma que emprende el arduo camino en búsqueda de la
independencia, sabe que tiene méritos propios para conseguir lo que anhela y va
a llevarnos de la mano a participar de su
evolución, partiendo desde una infancia llena de dolor y privaciones, a
una madurez plena y repleta de libertad.
Creo que no hay mucho más que agregar.
Nada nos cuesta intuir a simple vista que la joven
institutriz es y será un personaje de esos que sencillamente son inolvidables...
Les dejo un link para leer a la bellísima Jane Eyre de Charlotte Brontë: http://www.biblioteca.org.ar/libros/130795.pdf
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