El agua nueva siempre renueva las células del silencio.
A veces pienso que es en vano dedicarse a vivir el olvido.
Acabo de prescribir el día en mi mente dejando que la noche
venidera entre a saludarme y me lleve a través de los curvos laberintos de sus
humos inciertos.
¿A dónde se deja el amor sin destinatario? Me pregunto, mientras me recuesto junto al
fantasma de besos que han muerto; es tan solo un instante, un instante fatal.
Mi alma se estremece en un ahogado suspiro, entonces me recuerdo que estoy en calma.
Ya no soy la que espera....
No caeré. He llegado al centro. Escucho el latido de un
reloj divino a través del
delgado tabique carnal de la vida llena de sangre, de
estremecimientos y de jadeos.
Estoy cerca del núcleo misterioso de las cosas así como en la
noche nos hallamos, en ocasiones,
cerca de un corazón.
¿Y tú te vas? ¿Te vas?... No, no te vas: yo te retengo... Me
dejas tu alma entre las
manos como si fuera un manto...
Fotografía de Marta Syrko
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